Exposición pasada
Hisae Ikenaga
Multifunción-Colapso
2 de Febrero - 23 de Abril, 2013
Nota de prensa

Multifunción-Colapso es el título de esta nueva exposición de Hisae Ikenaga (México D.F., 1977) en la galería Formato Cómodo. En ella presenta una nueva serie de esculturas, titulada Multifunción, y la intervención específica Montaña de árboles, que es el contrapunto que aligera tanta tensión y compensa el grito interior de Hisae –y de cualquier otra alma sensible– cuando se menta lo multitasking.


Las esculturas multifuncionales de Hisae se presentan a pleno sol, como extraños objetos aparecidos en mitad de un desierto sin sombras. ¿Puede haber algo más perverso? Hisae Ikenaga no nos da tregua; todo bien clarito y bien pulido para que veamos el truco a la primera. Es una silla y es una ventana, es una estantería y un colchón, es una mesa-puerta, y así sucesivamente, sin concesiones. No es ni bonito ni feo; es. En estas obras “la condenación de ver se convierte en la libertad de la contemplación”, citando a Octavio Paz sobre Duchamp. Romántica pero implacable, suplantadora a la manera de Mr. Ripley, Hisae finge ser occidental e ilumina con luz eléctrica objetos industriales fabricados en serie. Pero la sombra más sofisticada es la que se esconde en la luz del mediodía, detrás de sus esculturas evidentes. Y decía occidental por referirme a su mitad japonesa y porque me acuerdo de Tanizaki y de su Elogio de la sombra, un ensayo que me viene a la memoria pensando en esta exposición. Tanizaki reivindicaba la comunión con la naturaleza en la arquitectura tradicional y los usos cotidianos de Japón. La aceptación de lo imperfecto, que nos regala paz de espíritu y abre las puertas a la imaginación: lo que no se ve deja hueco a la fantasía. Pero Hisae se empeña en hacer hueco por las bravas. En lugar de bonsáis hace crecer muebles a su conveniencia, para imponerse o para buscar una armonía, según se mire, con la realidad que nos rodea, vulgar, diaria, prefabricada.


A primera vista, la montaña de árboles que nos encontramos después es una formación asfixiante, de trozos de madera reciclados, una especie de versión deconstruida del bosque. Pero, como decía al principio, es la única vía de escape; por fin algo de desorden aparentemente natural, pero esencialmente artificial; un juego de equívocos entre lo que es y lo que parece. Y es que para ser un buen suplantador hay que estar en medio, conocerse bien y saber mucho del otro, o de lo otro: ser gozne, bisagra, instalarse tranquilamente en tierra de nadie y saber vivir lo incómodo. Pensando en la dualidad en la obra de Hisae comenzamos a conversar:

Yara Sonseca.

Exposiciones dobles: la anterior se tituló Sistema métrico-Malformaciones (en esta misma galería en 2009) y ésta Multifunción-Colapso. ¿Por qué?


Trabajo en series. Tengo una idea y la desarrollo en un número de piezas más o menos cerrado hasta entender que se ha agotado. Pero, en el proceso, surgen otras piezas que quiero mostrar en ese momento y que pueden abrir otro tema o que simplemente nacen de trabajos anteriores.


En tu obra veo dos tipos de trabajos que se desarrollan en paralelo y que se encuentran y separan a la vez. Por una parte, el juego de equívocos entre lo artificial y lo natural y, por otra, unas obras de factura más fría, centrada en el objeto industrial y su transformación. ¿Cuál es el punto que los une y por qué insistes en presentarlos paralelamente, si es que ese es el caso?


Para mi no hay dos caminos. Trabajo en varias series a la vez; hay muchos caminos. A la hora de preparar una exposición considero el trabajo ya realizado y lo que puedo hacer en ese momento. Si ya existe una serie más cerrada, intento centrarme en ella y ver cuál puede ser el paso siguiente. Pero siempre parto del mismo lugar; procuro colocarme en una situación intermedia. Por ejemplo, en la serie Malformaciones me enfrento a una serie de objetos que decido que no funcionan como tales y los transformo para añadir otra visión sobre ellos. Siempre parto de la necesidad de transformar algo que considero que no funciona tal como se espera, o como está establecido que debiera funcionar. Lo que está establecido nunca funciona como debería.


Siempre partes de un objeto no natural, preexistente, fabricado en serie, industrial y presente en la vida cotidiana. Sin embargo, desde mi punto de vista, la incomodidad que encuentras en esos objetos que decides que “no funcionan” se resuelve de dos formas distintas: a veces tergiversando su esencia reproductible y otras veces en relación con la naturaleza.


La naturaleza es siempre un escape. Por ejemplo, Multifunción es una serie opresiva, compuesta de objetos que están encerrados en una casa y que quiero modificar para que sean menos rígidos y se vuelvan duales. Lo multifuncional nunca funciona. Uno compra algo que sirve para dos o tres cosas y, al final, sólo lo usa para una de esas cosas. Los objetos manufacturados, que se supone te van a facilitar la vida dándote más opciones, no funcionan. Uno tiene su manera de estar y actuar en su casa y, al final, eso se impone sobre el objeto. Me interesa el pensamiento de esta gente que dice “mira, te voy a hacer un favor”, cuando al final no es así, sino que el favor te lo haces tú. En México es muy común que la gente modifique los objetos y los transforme para adaptarlos a sus necesidades a su antojo. Al final los objetos te manipulan a ti. La empresa que decide que eso tiene que ser así finalmente tiene un poder enorme sobre tu manera de hacer las cosas. Es como pelearte. Todo está pensado para que te asombre, para que te haga la vida más fácil y te sientas dentro de un paisaje idílico, pero no es así. La serie surge de mi experiencia de estar encerrada en casa durante horas con muebles que eventualmente no me gustan y de la necesidad que tengo de cambiar algo para encontrar chispa en la vida. Esos objetos prometen otro tipo de existencia: este mueble está hecho a mano, con maderas naturales, etc. Son una promesa de algo que supuestamente te hará sentir mejor. Pero eso no es cierto. Todo es muy artificial y no te lleva a ninguna parte. Los transformo porque el estilo de vida que prometen no me satisface, no es real, no me lleva a ninguna parte.


Vuelvo a obras anteriores, como Plástico zen (2001), Aislado (2006), Fuga de parqué (2008), Al parecer había un campo de golf cerca de esta playa (2009) o, una de tus series más recientes, la titulada Cristales (2012). Me gustaría que me hablases de cómo relacionas estos trabajos con los objetos artificiales. ¿Piensas acerca de la paradoja implícita en el hecho de que los minerales y toda forma natural sean rígidos en su esencia, es decir, se compongan de cristales o estructuras idénticas unas a otras que, sin embargo, generan formas irrepetibles, mientras que lo seriado es siempre idéntico y nunca resulta caótico o distinto?


La naturaleza siempre te sorprende. No hay dos piedras iguales; siempre te sorprenden. Me gusta que algo tan rígido pueda descolocarte y eso es lo que intento aplicar a los objetos seriados. Intento transformar lo que tengo a mano para hacerlo diferente y que te haga pensar que hay algo más allá de lo que parece. De inicio ves algo que crees que es de una manera, pero al manipularlo se le puede dotar de otro significado.


La mesa es una obra un tanto distinta al resto de la serie.

Sí, pero en realidad es lo mismo. Es materia industrial que te indica cómo tienes que hacer algo, pero al salirte de lo que se te dice puedes producir un objeto diferente. Así, al saltarte las normas, algo que tiene una supuesta rigidez se transforma en otra cosa.


Entiendo que todo estás relacionado, pero que propones distintas soluciones. Empezaste creando piezas que uno podía hacer solo, siguiendo las instrucciones a partir de muebles de IKEA –la serie A distancia (2006-2010)–, luego jugaste con lo inesperado de un supuesto defecto de fábrica –la serie Malformaciones de fábrica (2008-2010)– y más tarde creas objetos imposibles, multifuncionales, como esta mesa, que es multifuncional pero en la que el espectador participa, puesto que accionarla es lo que la hace diferente.


Es distinta, pero también tiene esa dualidad de la multifunción: se abre y se hace más grande, como muchas mesas, y a la vez te da, por su constitución, por el propio mecanismo del objeto, la opción de descubrir una imagen que puede cambiar dentro de la misma mesa. Tiene que ver con la Persiana-puente (2009) que ideé para La Casa Encendida. En ese caso la similitud de los mecanismos de la persiana y el puente colgante asociaba ambos objetos, su propio mecanismo los unía. Esta pieza va por ahí. Aprovecho cómo funciona el objeto para introducir otra idea: en este caso, el movimiento necesario para abrir la mesa tiene que ver con la técnica que hace que puedas mezclar dos imágenes que se interrelacionan al tirar y empujar.

En la serie Sistema Métrico Campo de Fútbol (2009-2012) trabajaste con acciones. De nuevo, todo tiene sentido en el conjunto de tu obra, pero en ella mezclabas distintas técnicas, utilizando por primera vez la animación y la participación de colectivos y actores.

Todas aquellas acciones tenían que ver con un juego, con un deporte. Los deportes tienen normas muy estrictas y lo que me interesaba era proponer un espacio totalmente distinto al habitual campo de juego y aplicar las mismas reglas, a modo de experimento. Al mismo tiempo pretendía cuestionar la naturaleza del arte, tomando piezas que son clichés, como por ejemplo una columna de objetos que llega hasta el techo –algo que han hecho miles de artistas– para encerrar en una sola idea, la del sistema métrico, distintas disciplinas. De esta forma, aunque aparentemente esas obras recuerden a otras, la excusa del sistema métrico dota de sentido al conjunto.